El Hongo Jacarandoso
"Todos nos volvemos locos alguna vez"
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Carta a M. Dors y M. Rapin. 15 de marzo de 1956
martes, 6 de marzo de 2012
Lucas, sus largas marchas
Al principio pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubiera terminado por llegar a Margarita, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido, no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuando se inici o la marcha que lo fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube orientado con extrema precisión hacia el tumbo que lo llevara a Margarita. Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio sobrepasara la altura del tejado, los plateados cuernos de Osvaldo entrarían en el campo visual de Margarita pare llevarle mi mensaje simpático; entretanto, desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación de sus trenzas y sus brazos.
Tal vez los años luz son todos iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar por su huella argentada que prosigue su marcha y que mantiene la buena dirección, aunque esto suponga pare el subir y bajar incontables paredes o atravesar íntegramente una f ábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la verdad me hubiera valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Margarita, sentada en su sillón de terciopelo tosa, me espera del otro lado de la ciudad. Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos nietos; pero cuando se ama largo y dulcemente, cuando se quiere llegar al termino de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol. Es tan difícil, después de todo, decidir cuales son las ventajas y cuales los inconvenientes de estas opciones.
viernes, 13 de enero de 2012
62/
Cierto, esta fue quizá la semana de las imprudencias, de las ideas que caen así, por cuestiones de azar.
Y las cumplí; fui imprudente y no me arrepiento de ello, porque dicha imprudencia me llevó a estar sentada en donde estoy ahora, a escuchar las regocijantes canciones en francés que no entiendo [debería aprender francés, así por lo menos podría cantarlas] y a leer el libro que modificará la actividad de mis próximas 7 horas.
"Pero en el fondo sé que todo es falso, que estoy ya lejos de lo que acaba de ocurrirme y que como tantas otras veces, se resuelve en este inútil deseo de comprender, desatendiendo quizá el llamado o el signo oscuro de la cosa misma, el desasosiego en que me deja, la instantánea demostración de otro orden en el que irrumpen recuerdos, potencias y señales para formar una fulgurante unidad que se deshace en el mismo instante en que me arrasa y me arranca de mí mismo."
Estaba yo y mi circunstancia [o mi circunstancia y yo], y las sombras que constantemente se veían reflejadas en la pantalla de la computadora. Y estaba él y sus problemas ontológicos; estaba el comensal gordo, el restaurante Polidor, sus conflictos con Hélène y media botella de Sylvaner que terminaría por acabarse [o acabaría por terminarse] al final del relato.
No es que tuviera algo que decir, simplemente estaba ahí, a la espera de cualquier acontecimiento digno de mención. Nada ocurrió así que comencé a escribir.
Crucé media ciudad para leerlo, para escribirle. Y es que habiendo mil y tantos más lo elegí a él; yo soy tan él, deduje, al momento que imaginaba la cantidad de pensamientos que confluían a la par del mío. Son puras bagatelas, ¿pero qué es el mundo sino una masa de pensamientos inconexos, de bagatelas? Quizá simplemente quería no pensar, quizá no quería tomar esa serie de decisiones que sabía eran necesarias, que cambiarían completamente el rumbo, mi rumbo.
Sabía que había tomado una decisión errada, pero nada de eso importó porque entre las líneas de la página 54 apareció una pestaña, que poco a poco fue perdiéndose entre las costuras del libro. Antes había aparecido una nota, resulta que un tal Efrén Benjamín Belman Novelo había pasado por las mismas páginas que ahora yo saboreaba. ¿Habría sido de él la pestaña? Lo ven, ¿qué importancia tenían mis problemas cuando había una pestaña perdida?
De pronto no me importó la pestaña sino el sujeto. ¿Cuál sería su opinión sobre los cambios verbales [casi inadvertidos] del autor? ¿Pensaría [como yo] que Hélène tenía cierto parecido a la Maga? ¿Por qué había elegido ese y no alguno de los veintitantos libros que había en el estante?
"Algo que se me escapaba pero que a la vez tenía que ser profundamente mío acababa de forzarme a entrar y a pedir esa botella de Sylvaner que hubiera sido fácil pedir en otra parte, en otras luces y otras caras"
De buenas a primeras dejó de importarme él y su pestaña [o su pestaña y él], el reproductor que había parado sin que me hubiera dado cuenta, el señor que hace unos minutos había ocupado el asiento de junto, los sujetos que subían y bajaban escaleras sin menor reproche. Dejó de importarme que no acabara el libro, que hubiera dejado a mi amigo solo [no tan solo] en los pulques, o a mi amiga sola [no tan sola] en Salón Corona, y por último, que en todo el día no hubiera encontrado cómo poner guión largo en vez de corchetes. Ya era tarde, tenía que desocupar el lugar.
jueves, 5 de enero de 2012
Vigilia
jueves, 22 de diciembre de 2011
Sobre el fin de año
martes, 13 de diciembre de 2011
Cómo los grandes líderes inspiran la acción
Fuente: http://www.ted.com/
sábado, 3 de diciembre de 2011
Es sábado por la noche y tengo un ensayo que hacer
21:24
Suena esa canción de Death Cab For Cutie que en mi vida había escuchado. No lo puedo creer, la he tenido tantos meses en el reproductor. No importa, sigo con mi chai —cada vez más frío— esperando la intervención divina, para que un rayito de inspiración ilumine mi hoja en blanco de Word. No pasa nada, estoy a punto de sacar mi tinta china y empezar a hacer dos o tres garabatos; no sé, quizá pase algo.
Y es que tengo todas las ideas; sé que Chance es un Don Nadie que de la noche a la mañana se convierte en un modelo a seguir, un crítico de las finanzas norteamericanas; sé que la televisión y el jardín han sido su única educación. Lo que me da risa es que el tipo consiguió todo sin una mentira; lo que me da más risa es que a Kosinski le haya ido tan bien con una historia —para mi gusto— somera, no sé, me parece demasiado lineal. Quizá no sea de mi estilo, quizá por ello no me broten ideas para elaborar 5 cuartillas o quizá estoy fastidiada de este día.
21:35
¿Se acuerdan de ese cover que le hizo Death Cab a The Smiths con This Charming Man? No, pues que bueno porque es HORRENDO, bueno, es que ya saben, no es Morrissey. ¿¡Qué me está pasando!? ¿Cómo es posible que en este espacio pueda escribir y escribir sin que se me agoten las ideas? ¿Por qué no puedo con este ensayo? Pues sí, he de confesar que tengo esa mala costumbre de dejar todo al último y parece que esta vez será igual. He descubierto que tengo una pequeña obsesión con dos cosas: 1. la presión, 2. la perfección... y nada, el último día estoy sufriendo/gozando con los kilos de pendientes que me quedan encima. Soy un desastre.
21:42
Me rindo, hoy no es día de ensayos. Ya mañana sufriré —mucho— tomando en cuenta que hay un concierto de saxofón al cual pretendo ir y que no me perderé por nada del mundo, aunque después sienta el arrepentimiento por perder de esa forma valiosas horas de estudio. Bah, lo feliz nadie me lo quita...
... Cambio y fuera.
Death Cab for Cutie - You Are A Tourist by angsayamisscat