miércoles, 21 de septiembre de 2011

Te acusarán

TE ACUSARÁN, TE ACUSARÁN, TE ACUSARÁN:

De ser el tuerto en el país de los ciegos,
De ser quien habla en el país de los mudos,
De ser el loco en el país de los cuerdos,
De andar en el país de los cansados,
De ser sabio en el país de los necios,
De ser malo en el país de los buenos,
De divertirte en el país de los serios,
De estar libre en el país de los presos,
De estar vivo en el país de los enanos,
De ser la voz que clama en el desierto,
De ser la voz que clama en el desierto .

Joaquín Sabina, Gulliver

lunes, 19 de septiembre de 2011

Hablando sobre despedidas constantes

Gritos, empujones y señoras al borde de un ataque nervios son algunas de las cosas con las que uno suele encontrarse en las mañanas citadinas, específicamente en el metrobús, específicamente en la sección de mujeres del metrobús.

Me coloqué los audífonos después de estar a punto de caer gracias al empujón de una de las tantas señoras con prisa. Ya ni me enojo, sé que es asunto de todos los días. Escuchaba la estación de siempre, Reactor 105, mientras divisaba que a unos metros, una señora se levantaba de su asiento para dejarlo libre; tuve que hacer una maniobra extraordinaria para ganarlo antes que las demás.

Alguien me había dado unos golpecitos en el hombro, de esos que te confunden, que te hacen pensar que quizá has chocado con algo, con alguien. No fue así, a mi lado una señora me pedía de favor que le pasara su maleta, advirtió que estaba algo pesada. Se la entregué, en ese instante entendí que aquél era un momento de decisiones, ¿debía seguir escuchando música? ¿debía prestarle atención a lo que con una voz queda trataba de ofrecerme? Me quité los audífonos en ese instante y levanté el rostro como sinónimo de mi interés por ella. Comenzamos a platicar.

—Es que aquí puros empujones, te pedí que me pasaras la maleta porque la señorita de enfrente se enojó porque la estaba apachurrando, pero no era yo, eran todas esas que me hacían caerle encima.— dijo, mientras acomodaba su maleta.

—La entiendo, siempre pasa lo mismo— respondí sin tener que pensarlo demasiado.

—Ya no importa, por cierto, ¿vas muy lejos? Yo voy a Parque Hundido, trabajo en el McDonald's; tengo que llegar temprano porque yo abro el estacionamiento, imagínate...

De esos momentos en los que caes en el dilema de decir la verdad o no; en estos tiempos donde la desconfianza reina y el caos existe, dar datos a desconocidos no es la mejor opción.

... —Voy a Félix Cuevas— respondí.

—¿Ahí trabajas?— me dijo, como si tuviera toda la certeza de que yo ya estaba en edad para ejercer un oficio.

—Jijijiji, no, yo estudio. [Nota mental: ¡Diantres, ya van dos veces que me preguntan lo mismo! primero un taxista y ahora ella]

La platica siguió a la par de cada estación que poco a poco íbamos abandonando. Ella me platicó que en las mañanas trabajaba en McDonald's pero que en las tardes manejaba un taxi.

—¡Qué valiente es usted para manejar el taxi a altas horas de la noche!— exclamé sorprendida.

—Pues en estas épocas se hace lo necesario, es chistoso porque yo estudié canto con Amparo Montes, quizá tú no la conozcas pero estoy segura de que tus papás sí, ella interpretaba canciones de Agustín Lara, por eso se hizo famosa. Incluso, tengo grabados dos discos—mencionó. Me lo dijo de una forma tan sincera que me faltaron motivos para interrogarla.

Yo estaba sorprendida, pero sobre todo emocionada. Si hay una cosa que disfruto de mi ciudad, es la COINCIDENCIA; estar en el lugar, a la hora y con personas tan interesantes me resulta siempre gratificante. Me saca una sonrisa conocer cada uno de los mundos que existen, entenderlos, obtener otras perspectivas. No pude evitarlo, le sonreí sin soltar ni una palabra.

—Ya viene Félix Cuevas, yo bajo en la que sigue de esa— dijo, al momento que yo sentía como nuestra conversación estaba a punto de terminar, inconclusa, por cierto. Después prosiguió: —Si en algún momento necesitas algo, estoy en la calle Amores; yo vivo en el Ajusco pero apenas me contenté con mi ex marido y por ahora me quedo dos o tres días con él mientras veo cómo me cambio para acá.

Me bajé de la estación; no le pregunté ni por sus discos ni por su nombre. Ayer me encontré una artista de boleros —desconocida para mí— en la red. Me emociona saber que podría ser ella.


"Cuando uno llega a cierta edad ejecuta muchos actos por última vez. Yo era un hombre viejo y, mirando la biblioteca, pensé: cuántos libros hay que he leído y no volveré a leer; y también la idea de que cuando uno se encuentra con una persona equivale a una despedida posible, ya que uno puede no verla más. Es decir que estamos diciéndole adiós a las personas y a las cosas continuamente, y no lo sabemos."

J.L. Borges