Puedo escribir textos que interesen a las personas que no juegan a un juego convenido. Si se tratase de establecer contacto con las demás personas, habría que hacer ver que se jugaba como ellas, guardándose, de todas maneras, de estar ni un solo instante en la convención. En suma, yo procuro no estar nunca en la convención cuando pinto, y en la medida de lo posible cuando no pinto, parece que juego a un juego convenido: pintar, por ejemplo, o vivir en una casa, comer a las horas que fija la sensatez, etc. Tal vez porque ciertas convenciones no son estúpidas, pero tampoco son convenciones fastidiosas. Mas es cierto que, pese a su apariencia convencional, mis cuadros siempre parecen cuadros, sin responder, creo yo, a lo que los tratados de estética definen como tales.
Carta a M. Dors y M. Rapin. 15 de marzo de 1956
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