Conforme pasan los años, la vida se va haciendo más complicada. Los años que alguna vez desperdiciaste ya no vuelven, y lo peor de todo, después los empiezas a ansiar más y más. Yo por ejemplo, ansío volver a tener tiempo para escribir mucho, aunque bloggear ya no sea un hit como antes. Siempre me pasa, abro el Hongo Jacarandoso y recuerdo cómo empezó todo y me da nostalgia, nostalgia porque ya no puedo escribir como antes y pues..
¡Ay, la labor del escritor! Hace añísimos, nunca creí que terminaría estudiando justamente para escribir, y ahora que estoy en ese proceso, escribo menos que antes. Qué ironía. Quizá en algunos años regresen mis motivaciones, aquellas con las que empecé este blog, con las que decidí vivir para escribir, o en todo caso, escribir para vivir.
Platiqué con Diego la semana pasada y me dijo que le gustaba mi forma de escribir; me acordé inmediatamente de todos los comentarios que en su momento me hacían —de forma personal o escrita— todas las personas que se tomaban un tiempo para pasar por este espacio. De pronto comprendí que mi acto individual de escribir se volvía colectivo a la hora de que la otra persona, detrás de la pantallita, abría alguna de mis entradas. Qué bonito es tener un público, qué bonito es escribir para desconocidos.
Hoy descubrí un pequeño hoyo en la repisa de revistas, lo chistoso es que siempre ha estado ahí y nunca lo había visto, a pesar de pasar por él todos los días. Entonces pensé que así son las reflexiones, pequeños hoyos que descubres en momentos inesperados; mientras lees un blog, mientras escuchas una canción. Cuando pones la mirada fija por unos segundos en ellos, descubres cuán descuidada habías sido por no darte cuenta de esos detallles antes, pero no importa, ahora ya los conoces.
Por cierto, Fleet Foxes es un grupo muy pero muy bueno para encontrar hoyitos.